A estas alturas de la temporada parece claro que por fin Kobe Bryant se coronará como MVP de la NBA. Será la primera vez en su carrera, por mucho que pueda extrañar. Bryant tendrá mucho que agradecer la llegada de Gasol a los Lakers ya que el galardón no tiene que ver tanto con las estadísticas individuales del aspirante como con su aportación y la clasificación final de su equipo. La llegada de Pau ha marcado un antes y un después en la trayectoria de los Lakers y ser el mejor jugador del primer equipo de la conferencia oeste este año vuelve a tener premio.
El único jugador que podría poner en tela de juicio el MVP es LeBron James. Incluso las estadísticas del niño prodigio son mejores en muchos de los apartados que las de Kobe. Pero James juega en un equipo con peor récord que el de Bryant, a pesar de jugar en la conferencia este, y no parece hacer mucho mejores a sus compañeros, sino que es el capo del equipo y tiene, por otra parte parece que no podría ser de otro modo, libertad para hacer lo que quiere. Cuestión de plantilla.
En una liga en la que se valora en demasía el juego individual parece que todavía se valora la influencia de la estrella en su equipo. Así lo entendió en su día Phil Jackson cuando salvó de sí mismo a un tal Michael Jordan. Hasta la llegada de Jackson a los Bulls Jordan era el dueño del cotarro y apenas dejaba espacio a sus compañeros de equipo a los que trataba como meras comparsas. Algo parecido le sucedió a Bryant después de la marcha de Shaq. Hasta la marcha de O'Neal no tuvo más remedio que compartir cuando no ceder protagonismo ante un compañero. Ahora Odom, Farmar o Fisher parecen mejores jugadores que hace tres semanas.
Gracias Pau, gracias Phil.
Bueno, Gasol, casi con no desentonar, teniendo al lado a un tío que te mete 81 puntos en un partido...
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