Los Boston Celtics se acaban de clasificar para la final de la conferencia este. Ha sido un partido muy competido, con un resultado muy ajustado. Al final ha ganado el equipo que tenía más pinta de… equipo.
Las estadísticas de Paul Pierce y LeBron James muestran que ha habido dos jugadores que, ofensivamente, han estado muy por encima del resto. Ha sido uno de los típicos duelos que gustan tanto por estas tierras y alrededor de los cuales se ha montado buena parte de la mítica de la mejor liga del mundo. Pero viendo el partido se llega a la conclusión que la colaboración de los compañeros es igualmente decisiva; las canastas claves de Brown o Garnett; las defensas de ambos equipos; y las decisiones de los entrenadores.
Lebron James, a pesar de las cifras que muestran sus estadísticas, no puede estar satisfecho, y no solo por la eliminación. El Rey falló cuatro de sus últimos lanzamientos, justo cuando el partido llegaba a su climax. En muchos momentos del partido no era West el base de los Cavaliers sino Lebron. No es ninguna novedad, pero quizás ha llegado el momento de mirar alrededor y ver el ejemplo de otras estrellas que, hasta que no fueron capaces de entender que los compañeros también juegan, no pudieron rascar nada. Seguro que hay unos cuantos seleccionadores nacionales que, con la vista puesta en los Juegos Olímpicos, esperan que los seleccionados de Estados Unidos sigan con la misma dinámica.
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