Entrevista a Rudy Fernández en el El Mundo . El titular lo dice todo: 'Mi físico no es el idóneo para la NBA, pero la calidad manda'
FRANCISCO CABEZAS | GERMÁN ARANDA
La ACB está viviendo quizá los últimos meses de Rudy Fernández (Palma de Mallorca, 1985) en la competición. A la espera de que Portland, el equipo donde ya juega Sergio Rodríguez, lo pueda incorporar en verano, el alero mallorquín lidera con maestría a un DKV Joventut que entusiasma. Tan descarado en la pista como tímido ante la grabadora, Rudy se siente preparado para dar el gran salto a la NBA.fuente I El Mundo
Pregunta.– Dos veces MVP de la Copa del Rey, una medalla de oro en un Mundial, una de plata en un Europeo. Además, el próximo verano disputará su segundos Juegos Olímpicos con apenas 23 años. Todo va muy rápido. ¿Asimila bien tanto elogio?
Respuesta.– Los elogios hay que dejarlos a un lado para seguir mejorando. Esta vida consiste en estar un día de euforia, y justo después, volver a cambiar el chip y ponerse a trabajar. Además, que la gente hable de ti quiere decir que lo haces bien y que debes seguir en la misma línea. También creo que he luchado mucho para llegar a este punto y poder recibir todos estos premios, reconocimientos y también las medallas.
P.– Su padre fue jugador de baloncesto, también su madre y su hermana. ¿Su destino estaba escrito?
R.– Bueno, de pequeño comencé jugando al fútbol.
P.– ¿Y se le daba bien?
R.– No se me daba mal. Metía goles, sí. Pero siempre estuve rodeado de gente de baloncesto. Ya empecé desde pequeñito a ver mi padre en la cancha, y acabó por gustarme. Es el deporte que he mamado siempre.
P.– Dicen que también destaca en otros deportes.
R.– Si me das una pelota, sea de lo que sea, la acabo dominando. En verano, por ejemplo, me gusta mucho jugar al tenis, voley playa... cosas así. No soy un patoso.
P.– ¿Qué papel ha jugado el que quizá sea su padre deportivo, Aíto García Reneses?
R.– Llevo ya cinco años con él y me ha ayudado en muchas cosas. Sobre todo mentalmente. Gracias a eso estoy donde estoy. También Pepu me ha ayudado muchísimo en el trabajo psicológico para poder ser mejor.
P.– ¿El éxito de sus métodos radica en la cercanía que mantienen con todos los integrantes de la plantilla?
R.– Eso es lo bueno de un entrenador, y que también te deje tu espacio, que te deje debatir los temas con él. Muchas veces, otros técnicos se cierran en su trabajo y no dejan al jugador aportar las cosas que ellos piensan. Aíto y Pepu son todo lo contrario. Ellos quieren que tú les digas dónde te sientes mejor.
P.– ¿Y acaban haciéndole caso?
R.– No, no haciéndome caso, sino que a veces se amoldan al tipo de juego que tengo yo. Es importante mantener el buen rollo con el entrenador. Tanto Aíto como Pepu te lo dan, y saben que hay momentos para todo. Puedes hacer bromas con ellos y, por otro lado, sabes cuando llega el momento de estar muy serio y concentrado.
P.– Aíto no parece bromista...
R.– Es cuestión de conocerlo. Le gustan mucho las bromas. Puede llegar a ser divertido.
P.– Pero quien le hizo debutar fue otro histórico, Manel Comas.
R.– Era bromista también. Un tío mucho más extrovertido, mucho más nervioso que Aíto. Aunque le costaba un poco confiar en los jóvenes. Creo que en aquel momento me gané la confianza, pero no tuve la oportunidad de demostrarle mi potencial.
P.– ¿Sin Aíto, usted hubiera tenido la misma proyección?
R.– Estoy segurísimo de que con 18 años, y con otro técnico, no habría tenido las mismas oportunidades. Es justo lo mismo que está viviendo Ricky ahora mismo. Los dos somos jugadores de talento, pero jóvenes. Y quizá hay quien piense que puede ser una locura que chicos tan jóvenes compitan al más alto nivel. El caso es que nuestro entrenador nos da libertad y nosotros, como somos muy explosivos y tenemos mucho morro, la aprovechamos.
P.– Hace ya cuatro años, confesó que para llegar a la NBA le hacía falta ganar peso. ¿Ha engordado ya por fin para dar el paso?
R.– [Ríe] Bueno, no... Físicamente me veo un poco mejor que hace cuatro años. Pero es cierto que, a lo mejor, mi físico no es el idóneo para estar en Estados Unidos. Aunque, ojo, cuando Pau marchó a la NBA, estaba como yo. Y sólo hay que ver cómo está ahora. Allí se trabaja mucho más el físico, y puede ser que cuando esté allí pueda mejorar en ese aspecto. No obstante, al final, la calidad manda.
P.– ¿Le aburren las pesas?
R.– No es que me aburra, pero es difícil... Yo empecé a hacer pesas cuando comencé a entrenar con el primer equipo. Al no estar acostumbrado al gimnasio, hacía dos días de pesas y luego llegaban las agujetas, por lo que costaba entrenar. No he sido de estar en el gimnasio todos los días, aunque en verano me pongo a ello y hago mi trabajo.
P.– Los ojeadores de la NBA se hartan de decir que para jugar en su liga hace falta un físico robusto para aguantar los bloqueos.
R.– He jugado contra Iverson y tampoco vi que estuviera muy fuerte. Por ejemplo, Juan Carlos [Navarro] tampoco tiene un físico privilegiado y lo está haciendo muy bien. Si hay talento, es igual que seas delgado, gordo... ¿Recuerdan a Harper Williams? Estaba gordo y metía 20 puntos.
P.– ¿El camino hecho por Pau Gasol en la NBA sería el idóneo? Es decir, empezar en una franquicia en la que puedas tener cierto protagonismo hasta dar el gran salto.
R.– Sí y no. Creo que Pau en Memphis se estancó unos años. Es lo que dice Juan Carlos, que intenta hacer sus números porque su franquicia no le aporta competición. Lo que sí que tengo claro es que por mucho protagonismo que tuviera, si compitiera para perder, no merecería la pena.
P.– Dejan Bodiroga sacrificó su carrera en la NBA para ser el mejor de Europa. ¿Por qué ese caso es una excepción?
R.– No siempre. Papaloukas podría estar en la NBA y lleva muchos años jugando y ganando títulos en Europa. Depende de los sueños que tengas. El mío es jugar en la NBA, con los mejores.
P.– Por cierto, ¿prefiere un robo de balón o un mate?
R.– Siempre una asistencia.
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