Después de 24 horas tras la debacle de Ohio estamos todos un poco más relajados. Aún así, al rey le están cayendo desde todos los lados. A algunos les debe faltar poco para hablar del famoso "fin de ciclo", aunque los Cavs no son ni el Madrid ni el Barcelona, o hasta cuestionarse si Mr. James puede compararse con los mejores de la historia de la NBA.
Está claro que a LeBron James no le tiene que salir el partido de su vida cada vez que salta a una cancha, ni siquiera ayer fue el peor encuentro de su carrera, ni tampoco su peor partido de playoffs. Ayer se cruzaron unas cuantas órbitas estelares y el MVP debía estar con la mente y el cuerpo en otra dimensión: ni subía el balón, ni se ofrecía a sus compañeros, ni defendía, ni... na de na: torrija total. Por si fuera poco eso, los de verde parecían marcianos arrasando el planeta Tierra en una película de serie B.
Si no lo arregla alguien -y ese alguien tiene que apellidarse James-, mañana se escribirá la página más negra de la historia deportiva de LeBron. Una caída de suficiente magnitud como para hacer que prepare las maletas y deje Ohio precisamente cuando más posibilidades tenía de renovar.
Mientras, por Nueva York se sigue esperando al Rey.
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